martes, 26 de marzo de 2013
SÍNTESIS "EL ESPACIO PRIVADO"
Espacio privado, espacio público: Dialécticas urbanas y construcción de significados.
El espacio construido por el ser humano, con la ciudad como principal paradigma, es, ante todo, un espacio para ser ocupado, para servir y ser usado, para llenar y vaciar con la presencia real o simbólica, para interactuar con otras personas en un entorno y para interactuar con el entorno en tanto que personas. Es éste un espacio normalizado, definido a través de reglas y convenciones. Las menos, aquellas legalmente estipuladas; las más, aquellas construidas social o culturalmente.
En él, tanto las características fisico-arquitectónicas como las normas de uso posibilitan a la vez que constriñen la actividad actuando como dos facetas que transaccionan sobre una misma unidad. Las personas y grupos interpretan y reinterpretan constantemente esa unidad, significándola para cada ocasión, para cada momento concreto creando así configuraciones contextualizadas escenarios para el comportamiento, para la relación.
En el trasfondo de esta reflexión se hallan algunas ideas claves de la psicosociología del entorno. Por un lado, la definición del ser humano como un ser eminentemente social, que crece y desarrolla su identidad a partir de la interacción con sus semejantes. Por otro lado, posicionamientos recientes están reinterpretando el papel de los entornos físicos en este proceso.
De esta forma, el entorno no es meramente el escenario donde se inscribe la interacción social (como mantenía, por ejemplo, el enfoque dramatúrgico de Goffman) sino que es considerado como un elemento más de la interacción. En tercer lugar, perspectivas como el transaccionalismo en psicología ambiental (Stokols, 1987) abogan por romper definitivamente con los determinismos a ultranza que han imperado en el estudio de las relaciones entre el ser humano y el espacio construido.
Ni el ser humano determina unívocamente el entorno en el que se desarrolla ni el espacio hace lo propio en relación con el comportamiento de las personas.
El concepto de privacidad Un punto de partida necesario consiste en establecer el marco conceptual de la privacidad , o al menos destacar aquellos aspectos que adquieren mayor expresión y sentido en la vida urbana. Posteriormente abordaremos algunas paradojas en cuanto a la concepción de lo público y lo privado en el espacio y la vida urbana.
Este control selectivo puede entenderse desde dos vertientes: control de la propia interacción social y control de la información ofrecida durante la interacción. Lo que resulta interesante de la propuesta de Altman es que la privacidad no debe definirse únicamente en términos de aislamiento, reclusión o exclusión. Según el modelo dialéctico del autor, para cada situación una persona establece el grado que considera óptimo de acceso de su yo a los otros, constituyendo lo que Altman denomina de la privacidad. En definitiva, una adecuada privacidad resulta del equilibrio entre el grado de privacidad deseado y el realmente obtenido, y estos dos aspectos son definidos por cada persona en cada situación concreta de interacción y regulados por múltiples mecanismos de carácter verbal, no verbal, sociocultural y, por supuesto, espacial.
Alcanzar siempre este grado óptimo de privacidad resulta ciertamente difícil en nuestras grandes ciudades donde la vida urbana hace que nos volvamos "ciegos y sordos" en relación a los demás y, ante las innumerables oportunidades de interacción, restrinjamos ésta a ámbitos cada vez más acotados y específicos. Hasta tal punto la complejidad urbana mediatiza y, paradógicamente, constriñe la relación espontánea entre las personas. Aquí uno no puede dejar de pensar en algunos modelos psicosociales francamente sugerentes
Ciertamente, la complejidad social de nuestras ciudades conduce a que numerosos grupos con diversas motivaciones y necesidades espaciales deban coexistir, convivir y compartir el espacio urbano. Es precisamente esta diversidad la que hace de este espacio un entorno altamente dinámico, vivo, plurifuncional y fascinante. Pero también, a menudo, un lugar donde el conflicto de intereses y actividades se revela bajo manifestaciones más o menos latentes, donde las diversas interpretaciones del entorno, las diversas manifestaciones territoriales, los diversos significados ambientales entran en competencia.
El espacio público es, radicalmente, un espacio para todos pero el significado espacial es, radicalmente, idiosincrásico de las personas y grupos que se relacionan con él. Y, obviamente, no todas las personas y grupos interpretan de igual forma el espacio urbano. La excesiva estandarización del diseño urbano imperante en nuestras ciudades trata, en una línea diametralmente opuesta, de fijar usos y estéticas tanto en relación al espacio público como privado: los mismos tipos de plazas, los mismos bancos, las mismas viviendas. Sin embargo, esta normativización, más funcionalista que vivencial, olvida algo esencial. El derecho a la ciudad no es tan solo el derecho a usarla, sino también el derecho a interpretarla, a identificarnos con ella, a apropiarnos de sus espacios, a "privatizar" lo público y a "publicitar" lo privado, y ello de manera fluida, espontánea, creativa. Paradógicamente, ahí se encuentra no el conflicto sino la recuperación del espacio urbano como espacio vivo.
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